Pasando una tarde de cine

El sábado pasado tuve una de esas tardes aburridas; yo sola en casa, zapeando y comiendo pipas. Una escena de un anuncio de televisión me hizo recordar una famosísima escena de nueve semanas y media. Cogí el portátil de la mesa y busque en you tube, la escena. Qué estimulante, el tío la dice: túmbate en el suelo y cierra los ojos, la dá de comer aceitunas, guindas en almíbar, fresas, champagne, espirales de pasta, gelatina, “jalapeños” (¡¿con lo que pica eso??!!), leche desparramándose por la comisura de la boca y por el estético cuello de Kim Bassinger, y para rematar, miel, que él promete poner en el lugar preciso.

Qué estimulante, pensé. Sin más miré al reloj, las 20:30, tengo una hora para prepararlo todo antes de que venga. Vale, no tengo guindas en almíbar, pero supongo que también vale el melocotón. Saco las fresas de la nevera, las aceitunas, los jalapeños me los ahorré, tampoco es cuestión de morir en el intento. ¡Ah! Falta la miel y la leche. Me puse mi mejor lencería, la tenía guardada de cuando me casé, me recogí el pelo y puse un CD de Lady Gaga.

Suenan las llaves de la puerta. Me dirijo a la entrada, y le doy un beso en los labios. Le cojo de la mano y le llevo hasta la cocina.

  • (Yo): Túmbate en el suelo y cierra los ojos.
  • (Él): ¿Me quito la americana y los zapatos?.
  • (Yo): Si perdona, (vaya empezamos mal pensé).

Le quito la americana, los zapatos, los calcetines, los pantalones y le abro la camisa. Mientras él me sonríe y me pregunta que a qué se debía la fiesta.

  • (Yo): ¡Cállate y cierra los ojos! ¡Túmbate en el suelo!
  • (Él): ¿Está fregado?
  • (Yo): ¡Si, túmbate ya!

Empiezo por las fresas, y la cosa mejora. Introduzco en su boca una aceituna y el con el hueso entre los dientes me pregunta dónde lo pone. Estoy apunto de rendirme, pero soy una chica muy constante. Cojo el melocotón y se me escapa de las manos, con el champagne es más fácil. La cosa me resulta larga y trato de pasar a la miel. Mala idea. Él al no ver lo que es, trata de levantarse y pisa la mezcla de melocotón y miel cayendo al suelo. En mis torpes intentos por sujetarlo, caigo con él. No os voy a contar cuando él se va cabreado a la ducha y a mí me toca fregarlo todo.

Dos días después pensé que había sido demasiado esfuerzo para un fracaso tan estrepitoso. En la película parecía tan fácil. Vuelvo a mi portátil para ver soluciones. Descubrí que en vez de almíbar se pueden usar aceites de masajes con sabor vainilla y fresa, pinturas de sabor naranja y chocolate. En lugar de una densa y adhesiva a más no poder miel, se pueden usar polvos de miel.

Busqué en Internet y entré en mi tienda de confianza. Compré aceite de masaje sabor cereza, un bote de polvos de miel, pintura de naranja, pintura de chocolate, un gel estimulante sabor frambuesa, todo esto totalmente lamible y besable. Para completar, un antifaz. Lo coloqué todo encima de la cama, de manera estratégica.

Llegó él, y salí a la puerta a buscarlo, le pregunté por el trabajo, le quité la americana, se sentó en su sofá preferido, y le descalcé. Sesión de besitos en la boca, cuello y caricias en el pecho; no tuve que decirle que se desnudara, le cogí de la mano y le llevé al dormitorio. Desnudos en la cama, me dibujé una flor en un pezón con la pintura de naranja, otra al final del esternón,

  • (Él): Puedo lamerlo,
  • (Yo): por supuesto, todo lo que usaremos hoy es para que lo prueben nuestros labios.

Cogió el antifaz y me lo puso, yo sorprendida por el cambio de roles, me dejé llevar. Noté una agradable caricia que me recorría los brazos hasta el hombro y después cómo su lengua hacía el mismo recorrido. Pensé, ¡ya ha encontrado los polvos de miel! Me tumbé de espaldas y noté una sustancia ligeramente viscosa recorrer mi columna de la nuca hasta el lado opuesto. Resultó un placer indescriptible notar sus fuertes manos darme un agradable masaje calentito. Me quité el antifaz y el me mostró las manos humedecidas de aceite de cereza, para luego extendérselo en el abdomen y en el pene. Le correspondí con una de mis mejores felaciones, pero interrumpí el proceso y saque de su estuche un gel estimulante llamado pleasure balm, se lo extendí en el lóbulo de la oreja; todo su vello se puso firme, lo acaricié intensamente con la boca mientras seguía acariciando su noble armadura. Un poco más de pleasure balm en mi clítoris y el cosquilleo encendió si cabe aún más mi pasión….

No sigo, pero fue genial, y después no tuve que fregar nada. La verdad es que me encanta el sexo oral, pero ¿por qué complicarnos tanto la vida cuando podemos hacer las cosas de manera mucho más fácil y agradable gracias a la cosmética erótica?

Por cierto, mi tienda de confianza es www.intimissimoaranda.com.